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11 de agosto de 2014

de Podemos, gorditos, lobos y otras cosas

Despierta la mañana, abren los quioscos, huele a prensa. Comienzan los desayunos informativos, volvemos al que si tú, que si yo, que si la crisis, que si la corrupción. No hay más, siempre los mismos huevos para una misma tortilla. A pesar de ello, hoy la política española parece más bien un revuelto. 

Hablo por mí, le dije anoche a Rodrigo mientras zapeábamos, en compañía de un par de cervezas, unos cuantos cigarrillos y la confusión contagiada de una situación política indómita, atolondrada, dispersa e irritada. Por una vez todos menos uno están de acuerdo, por una vez existe un enemigo común, un pájaro a batir, un algo o alguien a lo que se dirige, llamémosle, demagogia, controversia, irritación... quizá temor, miedo, envidias.

Sí señor, sí Rodrigo, hablamos de "Podemos", de esa panda de hippies malotes que atemorizan al barrio. De esos que ponen de acuerdo a la "casta política". No hay un día, de esos en los que sale el sol, en los que no se hable de ellos. Esos "terroristas", "chavistas" que ya destruyen ésta, nuestra gloriosa España. Ésos que traerán el laicismo, la miseria... esos anti-demócratas que quieren convertir a los españoles en muertos de hambre, en etarras... eso, eso, seremos un país de etarras.

Ésos, sí señor, que son adoctrinadores, comunistas de vieja capa, radicales convencidos... esos malditos bastardos. 

- Así es la democracia;-
- ¿Qué me estás contando Rodrigo?- digo estupefacto.

La democracia es por esencia confrontación, violencia del argumento, que no de la palabra. Discordia, disparidad de ideas, violencia de la palabra. Pero no de aquella poligonera. La poligonera es la propia de la demagogia. Los de la "Casta", que diría Pablo Iglesias, no el del PSOE a principios del siglo XX sino el de la coleta y la perillita de perroflatuta educado, deberían responder con argumentos, con un cambio de actitud, de aptitud, y con perspectivas a simplemente re-entender la democracia que parece que está en desuso.

Al lobo se le teme porque caza las gallinas, y con las gallinas se hace el caldo, y el caldo es la sopa que toman los que pueden permitirse tener gallinas. Lo sé, hoy vas al supermercado y compras uno de esos en brick ya preparados, pero es una metáfora quisquilloso. Al ladronzuelo, el gordito que se acerca a la hora de la siesta a la panadería, se le teme porque mete la mano debajo del mostrador mientras la tía Manuela duerme plácidamente la siesta en su silla de playa, tan bien recostada... A la Manuela le jode la siesta, a los de la "Casta", presuntamente la fiesta. 

En definitiva, ¿son éstos de Podemos el lobo que va a por las gallinas? ¿El niño gordito que jode la siesta a la tía Manuela? Personalmente no lo creo. Me temo que son un grupo de ciudadanos que, más acertados o no, han decidido hacer política. Sí, digámoslo claro, tienen una ideología concreta, una forma de entender la política concreta y son ellos muy concretos, pero fíjate tú que han calado en una gran parte del electorado. 

¿Quién es el lobo en esta historia? ¿Son ellos, somos nosotros, son los otros...? ¿Quién quiere las gallinas de quién? 

En el fondo, lo que pretendo decir es que ya está bien de tanto meneo, conspiranoia -(sí, la palabra no existe)- y demás caos. Señores y Señoras de "la Casta", demuestren que no lo son, argumenten, confronten argumentos, dejen de intentar hacer la colada de estos, que para su desgracia siguen las camisas blancas, son recién nacidos en el mundo del espectáculo, y limpien la suya. Vuelvan a hacer política, vuelvan al discurso, la confrontación de ideas, el conflicto democrático... Sabemos que son capaces de hacerlo. No miren las encuestas, crean en lo que creen que pueden ofrecer a su país y sean patriotas. Porque el patriota no es aquel que ama a una idea, sino a su pueblo.

Porque a los que somos ciudadanos, nos nos gusta el revuelto ni la mayonesa cortada...

-¿y a qué hora se fue Rodrigo?
- Cuando el gato se fue al agua...
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8 de agosto de 2014

mientras tanto...

No es que nos fuéramos de vacaciones, siempre estuvimos aquí. Sin palabras, expectantes, a la sombra del precipicio, esperando ver caer el maremágnum en lo que todo parece haberse convertido. Mucho acontece desde el último post que escribí. La supuesta ruptura del bipartidismo, el auge de "Podemos", la abdicación del Rey , la coronación de su hijo, los habituales escándalos de corrupción, confesiones esperadas, y es que todo cambia, pero nada parece haber cambiado. España sigue oliendo igual. Ahora bien, al gusto del consumidor, para algunos el olor a mierda es toda una delicia.

Instalados en la resignación del todo vale, el tío Pepe sigue procurando abrir su panadería, vender algunos panes y volver a casa con el jornal, su pan de cada día; el suyo y el de sus hijos. Y es que nada cambia, aunque parece que todo cambie. Se dice que los sociatas tienen un nuevo líder, se alardean de haber vuelto a la izquierda... ¡Patanes! Esos nunca podrán volver a la izquierda, porque son los mismos que desposeyeron al PSOE de todo sentido y referencia. Ni partido, ni socialista ni obrero... lo de español está en duda; en ocasiones se las dan de que sí, en ocasiones de que no; todo sea por engañar al populacho y seguir danzando entre mentiras y traiciones que envejecen.

De los otros mejor ni hablo. Liberales que se han convertido en viejas glorias. Liberales a la española, de caciquismo, amiguismo y bigote. De ese del que conmigo nadie pasa hambre, de árboles de sombra limitada... ya no hay sombra donde arrimarse. ¿Qué más queréis? ¿dónde queréis meter las manos? (esto último también vale para los primeros).

Como digo, nada cambia aunque se empeñen en que vivimos en una nueva España. Ahora asoma el fantasma de "Podemos", el que llena de inquietud a la vieja guardia. Como una gigantesca bola de nieve parece que llega para arrasar. Y llegó el miedo, el temor, las malas artes, y el desposeer a la democracia de su sentido más loable, el de la argumentación.

Resulta cuanto menos curioso que el debate de algunos siga ciñéndose al menosprecio, resultando ser una llamada a voz en grito a la ignorancia de un populacho que parece querer que cambien las cosas. No creo estar en condiciones de adelantarme al futuro, ni a hacer pronósticos electorales, ni a soñar (porque no existe el verbo pesadillear) sobre el futuro de nuestro país, pero sí creo disipar claramente una inquietud ciudadana dirigida a una reconceptualización de los términos democráticos. Porque hoy se entiende la democracia como participación, argumentación y confrontación de ideas, otros la entienden como manipulación, desprecio, engaño y mentira.

Pero mientras tanto, nada cambia, aunque parezca que todo cambie.



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8 de mayo de 2014

Arte y Relativismo


extraido de http://zinartex.blogspot.com

...y dime tú si el mundo no se ha vuelto loco. De tanto en cuanto las cosas que uno ve por los corrales de la vida sorprenden por su irrealismo, por la materialización de un sinsentido que ya no roza sino que toca lo absurdo y la pretensión de unos pocos de hacer de lo estrambótico y lo sublimemente idiota espectáculo, transgresión. Es probable que acusen una intención idealista de expresión del ser y todas aquellas burradas antimaterialistas concluyéndose en sus obras la expresión de un materialismo absurdo, antagónico, y lo peor, relativista. 

Es posible que vivamos en la época del sinsentido, de una diversidad asentada sobre conceptos hermosos, -yo personalmente soy de los que piensa que este mundo de pin y pon da asco- que no reparan en manifestarse o expresarse dirigiéndose a la uniformidad del absurdo más tirano. Las Hello Kitty y las mierdas varias que se han hecho parte de nuestra realidad social nos han convertido en un ejército de bobalicones que ejerce la misión de consumir, aunque el producto sea la mierda más grande y al precio más alto. 

Es curioso cómo en un relativismo tan absurdo llegamos a asumir la uniformidad de la idiotez como un concepto absoluto. Y es que como dijera aquel cura de pueblo, al que llamaban el loco del monte, de sabias y dignas intenciones, "cuando se relativiza lo absoluto se absolutiza lo relativo y viceversa". Al fin y al cabo quizá todo sea cuestión de manifestar o más bien de llamar la atención, que es de lo que se trata. 

Hace unos días encontré, y he de confesar que me sorprendió sobremanera, un vídeo que circula por Internet de una supuesta artista. La chica se llama Milo Moiré, y a base de lanzar, o más bien dejar caer, huevos llenos de pintura desde su vagina se dedica a pintar en plazas de la vieja Europa. No entraré a juzgar los métodos artísticos de esta señorita, de hecho tiene que ser, por lo menos, incómodo el introducirse huevos por la vagina y dejarlos caer para formar qué sé yo. Lo que realmente me sorprende es la atención mediática a un hecho que, sinceramente, considero ridículo, "ingeunista" e incluso de mal gusto. 

¿Qué es el arte? Es la pregunta que llevo planteándome durante estos días. Más bien debiera preguntarme en qué se ha convertido el arte. ¿Acaso las manifestaciones transgresoras, agresivas, rompedoras y a la deriva del sinsentido son arte? Sinceramente no tengo ni pajolera idea de lo que es el Arte, pongámoslo en mayúsculas. Sé que desde siempre he considerado el arte como expresión de la mismidad que creo que todos y cada uno de nosotros tenemos. Siempre he considerado al artista como el alguien que quería manifestar su visión del mundo de manera única, que dejaba un mensaje en el contemplar de su obra y en donde el medio no se convertía en el fin. En pocas palabras, no me imagino a Dalí, van Gogh, Picasso, Goya o Velázquez, entre muchos otros, metiéndose huevos por el culo para pintar sus obras; vamos, que no imagino el arte sin sentido, el sobresaltado por lo extravagante del artista o lo que sea. No entiendo el valor de una obra, en el caso pictórica, por el cómo se pinta cuando al fin debería de impresionarnos el resultado, el mensaje... Y es que el mensaje no son sólo el cómo se articulan las palabras. 

En fin, quizá sea lo moderno, lo de ahora, el ver quién hace la burrada más grande, quién cruza el límite o quien llega más lejos; será quizá el haber caído en un relativismo tan hipnótico que ciega las cosas que realmente importan, o el ser el resultado de una sociedad coprófaga que se come toda mierda que le echan. Mientras tanto, nuestras sociedades de dirigen a todos los ocasos posibles, a una crisis sempiterna que ha corrompido hasta los principios, fundamentos y cimientos morales de lo que somos, o mejor, de lo que una vez fuimos.


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22 de abril de 2014

Opinión Pública y Medios de Comunicación (II). Opinión Pública y Sujetos Políticos.

Antes de comenzar a esgrimir los parámetros o movimientos de la opinión pública y su determinación y posible control por parte de los agentes políticos hemos, necesariamente, referirnos a una contextualización espacio-temporal que nos ayude a entender la realidad en la que vivimos y en la que se origina la opinión pública.


En una actualidad marcada por una “crisis del Estado”, tradicionalmente considerado como centro del poder, éste es desafiado por una realidad global conducida, en apariencia irremediablemente, a un proceso agresivo de globalización. Este proceso limita la soberanía de los estados y, en consecuencia, la toma de decisiones. Por otra parte, la realidad de un mercado global, de expansión y de rupturas de fronteras provoca la pérdida de capacidad de intervención, siendo éstos los primeros pasos a una “crisis” de legitimidad política que debilita su influencia sobre los ciudadanos. En este sentido, podríamos apuntar a la aparición de un nuevo concepto de ciudadano, definido en el individualismo y en donde la identidad deja de ser fruto de la tradición, la etnia, la religión, sino más bien está ligado con el “consumo”, un consumo de mercado, amaneciendo un nuevo patrón de sociabilidad que se estructura en redes y se fundamenta en el individualismo “colectivizado”.

COMUNICACIÓN, PODER Y CONTRA-PODER

Partiremos de la hipótesis de que los medios de comunicación ejercen una influencia notable en la opinión pública. Para autores como Manuel Castells, la comunicación y la información constituyen fuentes fundamentales de poder y contra poder, de dominación y de cambio social. En este contexto aparece la “batalla por la opinión pública”, el control sobre lo que el ciudadano piensa, puesto que los pensamientos son los que constituirán las normas y los valores sobre los que se cimientan el orden social.

Atendamos en este sentido a un proceso explícito de la profesionalización de la política, en la emancipación de la élite, en donde el político se ha desligado de su origen o pertenencia a la Sociedad Civil. Por otro lado, nos encontramos con una Sociedad Civil, que integra la mayoría, y se somete al gobierno de las clases dirigentes y de sus juegos económicos. ¿Cuál es el criterio o el elemento que los conecta? En principio podremos destacar dos elementos fundamentales, la comunicación y el Poder, pudiéndose entender como conceptos análogos si entendemos la comunicación como el manejo de la información y el poder como conocimiento.

El sistema político funciona en la y desde la representación y vertebración de los medios de comunicación, a fin de la obtención de apoyos o la evasión de hostilidades por parte de los ciudadanos, puesto que éstos se convierten en meros espectadores y en consumidores del mercado político. Esto no significaría que el poder real se encuentre en manos de los medios de comunicación, sino más bien en las manos de quien los poseen, ejerciendo una influencia sobre la opinión pública de manera innegable.

Como elemento de apreciación y de interés analítico, sería interesante mencionar el incremento y aparición de medios de comunicación que ofrecen un tipo de periodismo ideológico, de carácter militante, ofreciendo un sesgo de la información con marcados componentes ideológicos, acercándose más a la propaganda que a la información. 

GRUPOS SOCIALES Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN

En los individuos, o ciudadanos, la percepción de la realizad es dada por los medios cuyo rol principal es el del ofrecimiento la  de la información. Los medios de comunicación son, por tanto, los responsables de transformar esta información en una realidad social visible, que en periodos anteriores de la historia se caracterizaba por su invisibilidad. La realidad que permite a los medios de comunicación el tener influencia es debida a que estos definen la realidad social y poseen la capacidad de provocar reacciones y sentimientos en el espectador. En este sentido la manipulación de la información puede provocar pautas de comportamiento e incluso suprimirlas. 

Un hecho innegable es que la sociedad contemporánea está permanentemente conectada a los medios, ya sean estos audiovisuales, de prensa escrita o por Internet, considerado hoy en día “el gran medio” de comunicación y de interconexión social. Es por tanto que los medios no pueden ser concebidos como un ser apartado del arraigo cultural y de otras instituciones sociales.

De este modo, atendemos al concepto de mediatización en el que la sociedad se sumerge, recibiendo el poder de la influencia de los medios en puntos clave como la política, la cultura, el consumo, etc., todo ello constituido en la evolución del comportamiento de la sociedad moderna. Parece evidente que somos espectadores de una mediatización comportada por medios de comunicación ligados, explícitamente a medios económicos que, a su vez, controlan el Poder Político. Esto constituye una paradoja en la que los fines se confunden con los medios y viceversa, una paradoja en la que los medios de información se enfrentan a un claro replanteamiento en pos de su determinación y objeto, una paradoja en donde, en ocasiones, los términos se confunden y pierden su valor semántico.

Es por ello que los medios de comunicación se establecen como actores político-sociales, emisores de información, en teoría, plural e independiente. Este papel fundamental de transmisor de información se motiva en la creación de opinión y, no obstante de actuación, además de la transmisión de valores, en este sentido, de carácter político. Se podría interpretar estas transmisiones como influyentes en tanto en cuanto comportan modelos de control social, presuponiendo, no obstante, intencionalidad por parte de los agentes políticos, fundamentalmente en periodos de agitación política como pudieran ser durante las campañas electorales, en donde grupos políticos y partidos transmiten de forma directa e indirecta información y propaganda.

Por otra parte, hemos de atender a la capacidad de actuación de la masa social, no debiendo entender a ésta como un ser pasivo. La sociedad no se constituye como ser inerte y sin conciencia, sino que interactúa y se comporta según sus propios criterios y dinámicas, no es un mero ente amorfo, homogéneo e indiferente que obedece ciegamente al esquema del “estímulo-respuesta” sino que posee su propia conciencia social y es capaz de actuar e interactuar bajo sus propios criterios y organizaciones propias. Esto se ve reflejado en la incidencia de organizaciones sociales con sus debidas actuaciones que asumen objetos de actuación directa y de inter-actuación con entes como la clase política, a pesar del control de la información, presupuesto en nuestro planteamiento, por parte de esta misma.

Evidente resulta la ruptura del equilibrio antes expuesta, ya que la “masa social” da pasos hacia el control de la información y la generación de la misma. La aparición en las últimas décadas de nuevos medios, fruto de la evolución tecnológica de las comunicaciones, ha supuesto la puesta en marcha de un nuevo sistema de valores políticos que van conducidos al descontrol de la información y a la generación de la misma desde niveles inferiores.  La aparición de las redes sociales conlleva consigo la información online, en directo, sin intermediarios, evitando, quizá en exceso, el sesgo por el que la información es dada en los medios de comunicación clásicos. 
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21 de abril de 2014

A vueltas con la Constitución del 78




Cuando a un politólogo le proponen hablar sobre temas constitucionales le produce una enorme satisfacción, ya que la Constitución, como norma suprema del Estado, es la base de toda la teoría política del Estado, e impregna todos y cada uno de los ámbitos políticos y de la administración.

Reflexionando en torno al hecho constitucional español, en mi breve artículo, voy a intentar:
  1. tratar de esbozar la gran aportación que la Constitución española ha hecho a mi generación
  2. el peligro que puede suponer el no haber vivido el nacimiento de dicha Carta Magna
  3. por último, los retos que se plantean en la coyuntura política actual y venidera
He de comenzar afirmando que la Constitución Española del 78 ha marcado todos y cada uno de nuestros encuentros con la vida pública de nuestra nación: entiéndase vida pública como el sistema político, la administración pública y la sociedad civil y política de nuestro país.

Y es que uno de los grandes avances de dicha Constitución fue el transformar, desde el consenso, tanto las estructuras del Estado como las fuentes de poder, así como transformar una sociedad proveniente de un régimen autoritario en una sociedad democrática legítima. De este modo, nuestra generación ha nacido y ha vivido en un sistema democrático, que ha consolidado un estado de bienestar sin parangón alguno.

Por lo tanto, estamos en condiciones de afirmar que es mucho lo que la Constitución Española del 78 ha aportado a nuestro bienestar actual y al desarrollo y legitimación de nuestra democracia, en cualquiera de los ámbitos en que fijemos nuestra mirada: ya sea educación, sanidad, derechos y libertades, amparo judicial, participación política,…

Sin ir más lejos, este mismo acto que estamos realizando no se podría llevar a cabo sin una carta magna que amparara las libertades de expresión y opinión.

Como decía anteriormente, todos nuestros contactos y encuentros con la vida pública están impregnados por el carácter transformador y renovador de nuestra Constitución.

De este modo, hemos nacido en hospitales públicos y hemos sido atendidos por un sistema de salud público y universal. Hemos formado parte de un sistema educativo público de calidad, siendo escolarizados desde muy pequeños, y con la posibilidad de recibir becas y ayudas para nuestros estudios. Hemos podido defender nuestras ideas de manera libre y pública, tendiendo la posibilidad de acudir a manifestaciones y concentraciones y de formar parte de asociaciones y partidos políticos.

Pero a todo este sistema democrático consolidado, a este sistema de libertades, de derechos, en que hemos nacido, en el que vivimos y que nuestra Constitución ha propiciado, y que tanto esfuerzo y sacrificio costó a generaciones anteriores a la nuestra, le puede sobrevenir un peligro.

Peligro que procede del hecho de que a nosotros “nos lo han dado ya hecho”, nos lo hemos encontrado en marcha; se trata de un peligro producto de no haber luchado por esta Constitución y este sistema democrático en sus inicios; y consiste en que no los sepamos valorar como se debe, que no comprendamos el significado y valor que adquiere para el bienestar y sano funcionamiento de nuestra sociedad democrática, y no seamos capaces de defenderla como se debe.

Por eso, nosotros, los jóvenes (y no tan jóvenes) hemos de luchar firmemente y sin complejos por nuestra Constitución, por su plena vigencia, hemos de defenderla de todas las agresiones que contra ella se producen: las cuales provienen tanto de agentes políticos y sociales ilegítimos y ajenos a nuestro sistema democrático, como de partidos y agentes legítimos e incluso aquellos que ostentan responsabilidades políticas de gobierno.

Así, p.e., ataques a nuestra Constitución las hemos podido encontrar a lo largo de estos años de democracia, si bien más acuciados en la última década reformas de Estatutos de Autonomía (Cataluña, Andalucía, Castilla La Mancha,…) o en los órdagos separatistas desde los “gobiernos constitucionales” de las Comunidades Autónomas del País Vasco y de Cataluña, donde vemos cómo se quiere romper con la unidad de la nación consagrada en nuestra Constitución; o disposiciones normativas y actuaciones de diversas esferas de poder que quieren acabar con el principio de solidaridad entre las regiones; o cuando se quiere acabar con la unidad del poder judicial, pretendiendo crear 17 poderes judiciales.

Otras injerencias contra la Constitución las hemos encontrado estos años en actuaciones del Gobierno de España, cuando, p.e., se creó (y mantuvo) una asignatura como es Educación para la Ciudadanía, vulnerando el derecho de los padres a escoger la libertad religiosa y moral de sus hijos. Y qué decir de diversas políticas lingüísticas de algunos gobiernos de comunidades autónomas, como es el caso de las políticas lingüísticas llevadas a cabo por la Generalitat de Catalunya y por el “pancatalanizado” Govern de les Illes Balears.

Actualmente, la Constitución Española se enfrenta a una serie de retos que pasan por la idea de una reforma parcial de alguno de sus artículos, como los de la sucesión al trono o la reforma del senado; aunque no faltan los que propugnan una revisión total de la misma. Aunque si seguimos por el camino iniciado por los gobiernos socialistas de Rodríguez Zapatero, asistiremos a una reforma encubierta de la Constitución vía reforma de los estatutos (al ser estos parte del bloque constitucional).

Si bien, no hemos de tener miedo, porque sí es cierto que se deberían acometer ciertas reformas de la misma:
  • Cerrar las competencias que las comunidades autónomas pueden asumir: lista cerrada de competencias de los arts. 148 y 149; cerrar el “grifo” de asunción de competencias en que se ha convertido el art. 149.3 y el 150 (leyes marco, de transferencia o delegación y armonización).
  • Reforma del Senado; para que o bien desaparezca o bien de convierta de verdad en una cámara de representación territorial.
  • Sucesión a la corona (art. 57).
  • Eliminación de la DT 4ª (Navarra), y romper así con la siempre socorrida amenaza del separatismo vasco hacia la Comunidad Foral.
Por último, me gustaría hacer una pequeña referencia a las enseñanzas que los principios inspiradores de esta Constitución y sus principales características, nos pueden servir de ayuda a los jóvenes:
  • Consenso: el método de adopción de decisiones característico de esta Constitución. Hemos de caracterizarnos por buscar siempre que sea posible el consenso, no hemos de ser inamovibles en todo; hemos de aprender a contrastar, a ceder cuando sea necesario y esté por delante algún interés legítimo.
  • Abierta o pluralista: es un texto que nace del acuerdo de todas las fuerzas políticas y por tanto no contiene principios ideológicos de una sola dirección, permitiendo hacerla válida en todo momento. Todas las fuerzas políticas encuentran reflejo en el texto. Hemos de ser abiertos, críticos, reflexivos y tener siempre en cuenta todos los puntos de vista; hemos de renovar, transformar.
  • Garantista: dotada de abundancia de mecanismos de garantía de los derechos fundamentales que en ella se recogen. El respeto y el velar por nuestros derechos y libertades ha de ser una de nuestras metas.
  • Rígida, tiene que seguir un procedimiento agravado de reforma. Hemos de tener claros nuestros principios, hemos de ser firmes en su defensa, no dejarnos llevar por ningún tipo de interés, no ser veletas que se muevan al son del viento. Hemos de tener asentados nuestros principios básicos y más esenciales sobre roca y convertirlos en inamovibles.


Manuel Martínez Sirvent

Polítólogo
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2 de abril de 2014

Llámeme apátrida...

Llámeme apátrida. Hace unos días el director general de la Policía declaraba que en nuestra amada España "no se va a tolerar ninguna expresión de violencia en las calles y que actuará con toda la firmeza que permite el Estado de derecho para hacer frente a cualquier grupo extremista o radical que pretenda perturbar la paz social". Evidentemente, el señor Cosidó no se referíría a la violencia letal ejercida por el Estado que está perturbando el concepto del momento, el de la democracia, sino a aquella violencia ejercida por cuatro peleles que perturban la notable paz social en la que vive nuestro país. Es curioso, al menos, ver en qué manera los conceptos se transforman dependiendo siempre del dónde se desarrollen los acontecimientos. Así pues, la violencia en Ucrania o en Venezuela han sido ensalzadas como movimientos de rebelión "legítima" y ciudadana. En cambio, no es de recibo que todo esto ocurra en nuestras calles ya que la nuestra es una democracia totalmente asentada, digna de admiración, tan sagrada y perfecta, reflejo de la expresión de la soberanía nacional. No importa que nuestras libertades políticas se vean amenazadas en la voluntad de algunos, que como pájaros de mal agüero, pretenden mermar. No importa que quieran amordazar de facto la posibilidad de despertar de esta debacle, no solamente económica, sino moral y política, en donde el ciudadano ha dejado de serlo y se ha convertido en víctima, en producto del mercado, en consumidor, en cerdo que come la mierda que le echan... y si es barata mejor.
Llámeme apátrida, pero parece que gran parte de nuestra sociedad civil vive atrapada en el miedo, cegada, con la mirada clavada en suelo, dejándose llevar por cuatro lobos como si fuéramos borregos y nos llevaran al matadero. Una sociedad que por defecto rechaza la violencia como expresión de la indignación, que vive en el sueño de que con palabritas y ñoñerías puede cambiar algo. No me malinterprete, esto no es un canto a la violencia, sino a la reflexión. ¿Por qué creemos que con manifestaciones jocosas, festivas, al ritmo de tambor de batucada pueden cambiar las cosas en nuestro país? ¿Acaso la experiencia no evidencia que este juego no funciona? En cambio nuestros poderes públicos pretenden delimitar nuestro deber ciudadano, el de la defensa de nuestros intereses, libertades y derechos. Pretende amedrentar nuestra voluntad colectiva, a que no nos salgamos de la hoja de ruta, a que quién lleva el cayado no decida tan sólo sobre la gobernanza del Estado, el destino del mismo, sino que además decida sobre nuestras vidas, sobre nuestra individualidad, violando un contrato social establecido por todos.
Llámeme apátrida, pero no llego a comprender hacia dónde nos dirigimos. Los cuervos que manejan el corral en el que vivimos ya nos han comido hasta los ojos. Suben nuestros impuestos, recortan nuestros servicios sociales y siguen viviendo a cuerpo de rey. Se hacen llamar liberales y proclaman a levante y poniente los valores del capitalismo. Hablan de competencia, de competitividad, de libre mercado, pero siguen repartiendo el pastel entre los suyos, pasándose por el forro de los cojones todo en lo que supuestamente dicen creer. ¿Capitalismo? Un "capitalismo de amiguetes" es lo que existe en nuestro país -como diría el periodista Inda- un país de políticos corruptos que gobiernan a borregos o, más bien, nos devoran. Eso sí, hay que reconocerles algo, son grandes ilusionistas... nos hipnotizan -siempre lo consiguen- cautivar al ciudadano que se deja engañar por tan carismática clase política.
Llámeme apátrida, pero es que nos vuelven a contar el cuento de que las cosas van mejor, que salimos del ocaso, del crepúsculo, del hoyo en donde ellos mismos nos metieron, y sólo puedo pensar en el precio que nosotros y nuestros hijos tendremos que pagar; que nuevamente tendremos que poner el culo y pagar la vaselina; o que sencillamente vuelva a ser un espejismo tipo "brotes verdes"... 
Llámeme apátrida, pero no puedo creer en una España que no pertenece a los españoles. Una España que amo pero que no reconozco, que vive gobernada por tiranos, por mentirosos, por magos de las palabras, que no tienen vergüenza, tenientes de la mentira, que bailan la peonza de la indiscreción, que nunca darán cuentas. Y es que nuestro Estado, como edificio viejo, se cae a pedazos.

Y es que, en fin, no me llame apátrida sino "apatriota" porque como dijera el gran Ortega y Gasset "la patria es lo que por las noches pensamos que tenemos que hacer el día siguiente" y al fin y al cabo el futuro siempre dependerá de nosotros.







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18 de marzo de 2014

Reflexión: de indultos y corruptos

¿Es posible que la actualidad política, económica y social de esta España de chiste ya no pueda ni sorprender ni impresionar a nadie? En la almajara, en la que se ha convertido nuestra hermosa "piel de toro", la corrupción, la crispación, la "democracia" cogida con pinzas, los vaivenes de una clase política justita de entendederas y carente de carisma, quizá también de ímpetu, son la mierda que abonan lo que hoy somos, una nación sin horizonte seguro y presa de la pérdida de no saber dónde se va, ni de dónde se viene. La voluntad, de hecho, parece haberse convertido en un valor en desuso, en algo infravalorado, protagonista por su ausencia. 
Entre las muchas mierdas que impregnan la actualidad de nuestro país, esta semana me ha llamado portentosamente la atención el debate que se ha gestado, quizá no en la medida en la que debiera, sobre los indultos a políticos corruptos. Hace tan sólo cinco días, el periódico El País publicaba unas declaraciones del ministro Gallardón en las que se manifestaba, quizá en tono jocoso, lo siguiente: "Mientras sea ministro no concederé indultos por corrupción". No entraré a valorar, ni a comprobar si esto es real, para ello ya están los medios de comunicación. Lo que sí me parece digno de reflexión es el concepto indulto. En diferentes medios, repleto de personajillos que inundan nuestras pantallas de basura propagandística, se ha definido el indulto como una figura o herramienta válida e inserta en nuestro ordenamiento jurídico. Por sí mismo, el indulto se define como "gracia que excepcionalmente concede el jefe del Estado, por la cual perdona total o parcialmente una pena o la conmuta por otra más benigna". Queda recogida su figura en el artículo 62 de nuestra constitución de 1978, y es desarrollada por una ley del año 1870 aún vigente denominada: "Reglas para el ejercicio de la Gracia de Indulto".
Quizá lo conflictivo en el tema del indulto sea la percepción social de una herramienta de nuestro ordenamiento jurídico que es claramente discrecional, o al menos lo parece, y que es un recurso de los grandes peces gordos que se reparten el bacalao y que a su antojo se pasan la justicia por el forro de los cojones; en palabras de Joaquim Bosch, "el poder se perdona a sí mismo". Existe, por tanto, una percepción generalizada de una corrupción institucional, ya casi constitucional, en todos su ámbitos y en nuestro Estado social y de derecho ya no cree ni la madre que lo parió. Es por tanto evidente y lógico que la corrupción, junto al paro, estén a la cabeza de los problemas de los españoles. Y es que señores y señoras, España está corrompida.




Y es que la corrupción danza a su antojo por las esquinas de nuestras calles, sin nadie que la pueda vapulear. La corrupción se respira y se acepta con resignación, y es que en el fondo todos seríamos corruptos si pudiéramos, porque la decencia es un término efímero, pasajero, de apariencia. Quizá la crisis haya servido para que caigan las máscaras... mi pregunta es: ¿podremos remar hacia un horizonte seguro, llegar a buen puerto con este peso?







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8 de marzo de 2014

Tic tac...



Es sabido por todos que el reloj hace tic tac, tic tac... Es un ticteo constante, monótono, abandonado, a la espera; es un ticteo espectador de los hechos que acompañan a la realidad, es observador de levantamientos, declives, momentos cotidianos, individuales y comunes, y él no cambiará su ritmo, porque como es sabido, su latir es constante, único, espeso y carece de sentir.
Como es sabido, su tic tac es un poema a la impotencia de quien lo escucha, acompaña los insomnios de muchos, pasa desapercibido en las alegrías de otros.
Vivimos tiempos extraños, el tiempo parece pasar y nada parece cambiar. El desempleo, la crisis, la corrupción politica, los movimientos secesionistas, la inmigración irregular, el "declive" de la corona, la desafección generalizada, etc. podrían adjectivar cualquier explicación posible de nuestra sociedad moderna. Éstos son conceptos que han arraigado profundamente en la sociedad de nuestros días. Una sociedad la nuestra que ha perdido un punto de referencia hacia el futuro y que parece abandonar cualquier posibilidad de avanzar.
"Divide et impera" parece ser que exclamó Julio Cesar y en principio esas parecen ser las pautas a seguir de los poderes políticos y económicos de nuestro tiempo. Se hace experto en un ultra individualismo que ha sido capaz de erradicar las conciencias de clase, de enmudecer a un ritmo cuasi alarmante una consciencia social que parece ya no existir, o al menos duerme. Resulta cuanto menos curioso que la desafección por una realidad dirigida hacia el desconcierto haya sabido acabar con una consciencia social que, aún observando que se dirige hacia la deriva, no se inmuta, permanece pasiva, como mera expectadora del caos. 
La enfermedad social de nuestros tiempos se ha extendido en la ausencia de los modelos clásicos de activismo político y social, la crisis de la identidad social y de una lucha que en ocasiones pierde su esencia convirtiéndose en jolgorios y desfiles sin saber muy bien por qué. Ya está bien de gritos mudos, de danzarines que tocan tambores al ritmo de "batucada"... ¿quién dijo que la revolución puede y debe ser pacífica? ¿quién dijo que se puede gritar en el silencio?
Mañana nuestro gobierno legislará para regular nuestro derecho a la voz, al grito de carne y hueso. Se excusará en una protección de "un derecho" que no existe, el de permanecer en silencio. Percibirá nuestro sentir, pero no cambiará su decisión y seguirá una hoja de ruta ya marcada; pero el tiempo sigue, y el reloj sigue ticteando... y nosotros seguiremos sin saber que somos dueños de nuestro destino.


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