Antes de comenzar a esgrimir los
parámetros o movimientos de la opinión pública y su determinación y posible
control por parte de los agentes políticos hemos, necesariamente, referirnos a
una contextualización espacio-temporal que nos ayude a entender la realidad en
la que vivimos y en la que se origina la opinión pública.
En una actualidad marcada por una “crisis del
Estado”, tradicionalmente considerado como centro del poder, éste es desafiado
por una realidad global conducida, en apariencia irremediablemente, a un
proceso agresivo de globalización. Este proceso limita la soberanía de los estados
y, en consecuencia, la toma de decisiones. Por otra parte, la realidad de un
mercado global, de expansión y de rupturas de fronteras provoca la pérdida de
capacidad de intervención, siendo éstos los primeros pasos a una “crisis” de
legitimidad política que debilita su influencia sobre los ciudadanos. En
este sentido, podríamos apuntar a la aparición de un nuevo concepto de
ciudadano, definido en el individualismo y en donde la identidad deja de ser
fruto de la tradición, la etnia, la religión, sino más bien está ligado con el
“consumo”, un consumo de mercado, amaneciendo un nuevo patrón de sociabilidad
que se estructura en redes y se fundamenta en el individualismo “colectivizado”.
COMUNICACIÓN, PODER Y CONTRA-PODER
Partiremos de la hipótesis de que los medios de comunicación ejercen una influencia notable en la opinión pública. Para autores como Manuel Castells, la comunicación y la información constituyen fuentes fundamentales de poder y contra poder, de dominación y de cambio social. En este contexto aparece la “batalla por la opinión pública”, el control sobre lo que el ciudadano piensa, puesto que los pensamientos son los que constituirán las normas y los valores sobre los que se cimientan el orden social.
Partiremos de la hipótesis de que los medios de comunicación ejercen una influencia notable en la opinión pública. Para autores como Manuel Castells, la comunicación y la información constituyen fuentes fundamentales de poder y contra poder, de dominación y de cambio social. En este contexto aparece la “batalla por la opinión pública”, el control sobre lo que el ciudadano piensa, puesto que los pensamientos son los que constituirán las normas y los valores sobre los que se cimientan el orden social.
Atendamos en este sentido a un proceso explícito de la profesionalización de la
política, en la emancipación de la élite, en donde el político se ha desligado de su
origen o pertenencia a la Sociedad Civil. Por otro lado, nos encontramos con
una Sociedad Civil, que integra la mayoría, y se somete al gobierno de las clases dirigentes
y de sus juegos económicos. ¿Cuál es el criterio o el elemento que los conecta?
En principio podremos destacar dos elementos fundamentales,
la comunicación y el Poder, pudiéndose entender como conceptos análogos si
entendemos la comunicación como el manejo de la información y el poder como conocimiento.
El sistema político funciona en la y desde
la representación y vertebración de los medios de comunicación, a fin de la obtención de apoyos o la evasión
de hostilidades por parte de los ciudadanos, puesto que éstos se convierten en
meros espectadores y en consumidores
del mercado político. Esto no significaría que el poder real se encuentre en manos de los medios de comunicación, sino más bien en las manos de quien los poseen,
ejerciendo una influencia sobre la opinión pública de manera innegable.
Como elemento de apreciación y de interés
analítico, sería interesante mencionar el incremento y aparición de medios de comunicación que
ofrecen un tipo de periodismo ideológico, de carácter militante, ofreciendo un sesgo de la información con marcados componentes ideológicos, acercándose más a la propaganda que a la información.
GRUPOS SOCIALES Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN
GRUPOS SOCIALES Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN
En los individuos, o ciudadanos, la percepción de la realizad es dada por los medios cuyo rol principal es el del ofrecimiento la de la información. Los medios de comunicación son, por tanto, los responsables de
transformar esta información en una realidad social visible, que en periodos
anteriores de la historia se caracterizaba por su invisibilidad. La realidad
que permite a los medios de comunicación el tener influencia es debida a que estos definen la
realidad social y poseen la capacidad de provocar reacciones y sentimientos en
el espectador. En este sentido la manipulación de la información puede provocar
pautas de comportamiento e incluso suprimirlas.
Un hecho innegable es que la sociedad
contemporánea está permanentemente conectada a los medios, ya sean estos
audiovisuales, de prensa escrita o por Internet, considerado hoy en día “el gran medio” de comunicación y de interconexión social. Es por tanto que los medios no pueden ser concebidos como un ser apartado del arraigo cultural y de
otras instituciones sociales.
De este modo, atendemos al concepto de
mediatización en el que la sociedad se sumerge, recibiendo el poder de la
influencia de los medios en puntos clave como la política, la cultura, el
consumo, etc., todo ello constituido en la evolución del comportamiento de la
sociedad moderna. Parece evidente que somos espectadores de una mediatización comportada por medios de comunicación
ligados, explícitamente a medios económicos que, a su vez, controlan el Poder
Político. Esto constituye una paradoja en la que los fines se confunden con los
medios y viceversa, una paradoja en la que los medios de información se
enfrentan a un claro replanteamiento en pos de su determinación y objeto, una
paradoja en donde, en ocasiones, los términos se confunden y pierden su valor
semántico.
Es por ello que los medios de comunicación se establecen como
actores político-sociales, emisores de información, en teoría, plural e
independiente. Este papel fundamental de transmisor de información se motiva en
la creación de opinión y, no obstante de actuación, además de la transmisión de
valores, en este sentido, de carácter político. Se podría interpretar estas
transmisiones como influyentes en tanto en cuanto comportan modelos de control
social, presuponiendo, no obstante, intencionalidad por parte de los agentes
políticos, fundamentalmente en periodos de agitación política como pudieran ser
durante las campañas electorales, en donde grupos políticos y partidos
transmiten de forma directa e indirecta información y propaganda.
Por otra parte, hemos de atender a la
capacidad de actuación de la masa social, no debiendo entender a ésta como un
ser pasivo. La sociedad no se constituye como ser inerte y sin conciencia, sino
que interactúa y se comporta según sus propios criterios y dinámicas, no es un
mero ente amorfo, homogéneo e indiferente que obedece ciegamente al esquema del
“estímulo-respuesta” sino que posee su propia conciencia social y es capaz de actuar e interactuar bajo sus propios
criterios y organizaciones propias. Esto se ve reflejado en la incidencia de
organizaciones sociales con sus debidas actuaciones que asumen objetos de
actuación directa y de inter-actuación con entes como la clase política, a
pesar del control de la información, presupuesto en nuestro planteamiento, por
parte de esta misma.
Evidente resulta la ruptura del equilibrio
antes expuesta, ya que la “masa social” da pasos hacia el control de la
información y la generación de la misma. La aparición en las últimas décadas de
nuevos medios, fruto de la evolución tecnológica de las
comunicaciones, ha supuesto la puesta en marcha de un nuevo sistema de valores
políticos que van conducidos al descontrol de la información y a la generación
de la misma desde niveles inferiores. La aparición de las redes sociales
conlleva consigo la información online, en directo, sin intermediarios,
evitando, quizá en exceso, el sesgo por el que la información es dada en los
medios de comunicación clásicos.
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