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8 de marzo de 2014

Tic tac...



Es sabido por todos que el reloj hace tic tac, tic tac... Es un ticteo constante, monótono, abandonado, a la espera; es un ticteo espectador de los hechos que acompañan a la realidad, es observador de levantamientos, declives, momentos cotidianos, individuales y comunes, y él no cambiará su ritmo, porque como es sabido, su latir es constante, único, espeso y carece de sentir.
Como es sabido, su tic tac es un poema a la impotencia de quien lo escucha, acompaña los insomnios de muchos, pasa desapercibido en las alegrías de otros.
Vivimos tiempos extraños, el tiempo parece pasar y nada parece cambiar. El desempleo, la crisis, la corrupción politica, los movimientos secesionistas, la inmigración irregular, el "declive" de la corona, la desafección generalizada, etc. podrían adjectivar cualquier explicación posible de nuestra sociedad moderna. Éstos son conceptos que han arraigado profundamente en la sociedad de nuestros días. Una sociedad la nuestra que ha perdido un punto de referencia hacia el futuro y que parece abandonar cualquier posibilidad de avanzar.
"Divide et impera" parece ser que exclamó Julio Cesar y en principio esas parecen ser las pautas a seguir de los poderes políticos y económicos de nuestro tiempo. Se hace experto en un ultra individualismo que ha sido capaz de erradicar las conciencias de clase, de enmudecer a un ritmo cuasi alarmante una consciencia social que parece ya no existir, o al menos duerme. Resulta cuanto menos curioso que la desafección por una realidad dirigida hacia el desconcierto haya sabido acabar con una consciencia social que, aún observando que se dirige hacia la deriva, no se inmuta, permanece pasiva, como mera expectadora del caos. 
La enfermedad social de nuestros tiempos se ha extendido en la ausencia de los modelos clásicos de activismo político y social, la crisis de la identidad social y de una lucha que en ocasiones pierde su esencia convirtiéndose en jolgorios y desfiles sin saber muy bien por qué. Ya está bien de gritos mudos, de danzarines que tocan tambores al ritmo de "batucada"... ¿quién dijo que la revolución puede y debe ser pacífica? ¿quién dijo que se puede gritar en el silencio?
Mañana nuestro gobierno legislará para regular nuestro derecho a la voz, al grito de carne y hueso. Se excusará en una protección de "un derecho" que no existe, el de permanecer en silencio. Percibirá nuestro sentir, pero no cambiará su decisión y seguirá una hoja de ruta ya marcada; pero el tiempo sigue, y el reloj sigue ticteando... y nosotros seguiremos sin saber que somos dueños de nuestro destino.




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