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21 de abril de 2014

A vueltas con la Constitución del 78




Cuando a un politólogo le proponen hablar sobre temas constitucionales le produce una enorme satisfacción, ya que la Constitución, como norma suprema del Estado, es la base de toda la teoría política del Estado, e impregna todos y cada uno de los ámbitos políticos y de la administración.

Reflexionando en torno al hecho constitucional español, en mi breve artículo, voy a intentar:
  1. tratar de esbozar la gran aportación que la Constitución española ha hecho a mi generación
  2. el peligro que puede suponer el no haber vivido el nacimiento de dicha Carta Magna
  3. por último, los retos que se plantean en la coyuntura política actual y venidera
He de comenzar afirmando que la Constitución Española del 78 ha marcado todos y cada uno de nuestros encuentros con la vida pública de nuestra nación: entiéndase vida pública como el sistema político, la administración pública y la sociedad civil y política de nuestro país.

Y es que uno de los grandes avances de dicha Constitución fue el transformar, desde el consenso, tanto las estructuras del Estado como las fuentes de poder, así como transformar una sociedad proveniente de un régimen autoritario en una sociedad democrática legítima. De este modo, nuestra generación ha nacido y ha vivido en un sistema democrático, que ha consolidado un estado de bienestar sin parangón alguno.

Por lo tanto, estamos en condiciones de afirmar que es mucho lo que la Constitución Española del 78 ha aportado a nuestro bienestar actual y al desarrollo y legitimación de nuestra democracia, en cualquiera de los ámbitos en que fijemos nuestra mirada: ya sea educación, sanidad, derechos y libertades, amparo judicial, participación política,…

Sin ir más lejos, este mismo acto que estamos realizando no se podría llevar a cabo sin una carta magna que amparara las libertades de expresión y opinión.

Como decía anteriormente, todos nuestros contactos y encuentros con la vida pública están impregnados por el carácter transformador y renovador de nuestra Constitución.

De este modo, hemos nacido en hospitales públicos y hemos sido atendidos por un sistema de salud público y universal. Hemos formado parte de un sistema educativo público de calidad, siendo escolarizados desde muy pequeños, y con la posibilidad de recibir becas y ayudas para nuestros estudios. Hemos podido defender nuestras ideas de manera libre y pública, tendiendo la posibilidad de acudir a manifestaciones y concentraciones y de formar parte de asociaciones y partidos políticos.

Pero a todo este sistema democrático consolidado, a este sistema de libertades, de derechos, en que hemos nacido, en el que vivimos y que nuestra Constitución ha propiciado, y que tanto esfuerzo y sacrificio costó a generaciones anteriores a la nuestra, le puede sobrevenir un peligro.

Peligro que procede del hecho de que a nosotros “nos lo han dado ya hecho”, nos lo hemos encontrado en marcha; se trata de un peligro producto de no haber luchado por esta Constitución y este sistema democrático en sus inicios; y consiste en que no los sepamos valorar como se debe, que no comprendamos el significado y valor que adquiere para el bienestar y sano funcionamiento de nuestra sociedad democrática, y no seamos capaces de defenderla como se debe.

Por eso, nosotros, los jóvenes (y no tan jóvenes) hemos de luchar firmemente y sin complejos por nuestra Constitución, por su plena vigencia, hemos de defenderla de todas las agresiones que contra ella se producen: las cuales provienen tanto de agentes políticos y sociales ilegítimos y ajenos a nuestro sistema democrático, como de partidos y agentes legítimos e incluso aquellos que ostentan responsabilidades políticas de gobierno.

Así, p.e., ataques a nuestra Constitución las hemos podido encontrar a lo largo de estos años de democracia, si bien más acuciados en la última década reformas de Estatutos de Autonomía (Cataluña, Andalucía, Castilla La Mancha,…) o en los órdagos separatistas desde los “gobiernos constitucionales” de las Comunidades Autónomas del País Vasco y de Cataluña, donde vemos cómo se quiere romper con la unidad de la nación consagrada en nuestra Constitución; o disposiciones normativas y actuaciones de diversas esferas de poder que quieren acabar con el principio de solidaridad entre las regiones; o cuando se quiere acabar con la unidad del poder judicial, pretendiendo crear 17 poderes judiciales.

Otras injerencias contra la Constitución las hemos encontrado estos años en actuaciones del Gobierno de España, cuando, p.e., se creó (y mantuvo) una asignatura como es Educación para la Ciudadanía, vulnerando el derecho de los padres a escoger la libertad religiosa y moral de sus hijos. Y qué decir de diversas políticas lingüísticas de algunos gobiernos de comunidades autónomas, como es el caso de las políticas lingüísticas llevadas a cabo por la Generalitat de Catalunya y por el “pancatalanizado” Govern de les Illes Balears.

Actualmente, la Constitución Española se enfrenta a una serie de retos que pasan por la idea de una reforma parcial de alguno de sus artículos, como los de la sucesión al trono o la reforma del senado; aunque no faltan los que propugnan una revisión total de la misma. Aunque si seguimos por el camino iniciado por los gobiernos socialistas de Rodríguez Zapatero, asistiremos a una reforma encubierta de la Constitución vía reforma de los estatutos (al ser estos parte del bloque constitucional).

Si bien, no hemos de tener miedo, porque sí es cierto que se deberían acometer ciertas reformas de la misma:
  • Cerrar las competencias que las comunidades autónomas pueden asumir: lista cerrada de competencias de los arts. 148 y 149; cerrar el “grifo” de asunción de competencias en que se ha convertido el art. 149.3 y el 150 (leyes marco, de transferencia o delegación y armonización).
  • Reforma del Senado; para que o bien desaparezca o bien de convierta de verdad en una cámara de representación territorial.
  • Sucesión a la corona (art. 57).
  • Eliminación de la DT 4ª (Navarra), y romper así con la siempre socorrida amenaza del separatismo vasco hacia la Comunidad Foral.
Por último, me gustaría hacer una pequeña referencia a las enseñanzas que los principios inspiradores de esta Constitución y sus principales características, nos pueden servir de ayuda a los jóvenes:
  • Consenso: el método de adopción de decisiones característico de esta Constitución. Hemos de caracterizarnos por buscar siempre que sea posible el consenso, no hemos de ser inamovibles en todo; hemos de aprender a contrastar, a ceder cuando sea necesario y esté por delante algún interés legítimo.
  • Abierta o pluralista: es un texto que nace del acuerdo de todas las fuerzas políticas y por tanto no contiene principios ideológicos de una sola dirección, permitiendo hacerla válida en todo momento. Todas las fuerzas políticas encuentran reflejo en el texto. Hemos de ser abiertos, críticos, reflexivos y tener siempre en cuenta todos los puntos de vista; hemos de renovar, transformar.
  • Garantista: dotada de abundancia de mecanismos de garantía de los derechos fundamentales que en ella se recogen. El respeto y el velar por nuestros derechos y libertades ha de ser una de nuestras metas.
  • Rígida, tiene que seguir un procedimiento agravado de reforma. Hemos de tener claros nuestros principios, hemos de ser firmes en su defensa, no dejarnos llevar por ningún tipo de interés, no ser veletas que se muevan al son del viento. Hemos de tener asentados nuestros principios básicos y más esenciales sobre roca y convertirlos en inamovibles.


Manuel Martínez Sirvent

Polítólogo


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