No es que nos fuéramos de vacaciones, siempre estuvimos aquí. Sin palabras, expectantes, a la sombra del precipicio, esperando ver caer el maremágnum en lo que todo parece haberse convertido. Mucho acontece desde el último post que escribí. La supuesta ruptura del bipartidismo, el auge de "Podemos", la abdicación del Rey , la coronación de su hijo, los habituales escándalos de corrupción, confesiones esperadas, y es que todo cambia, pero nada parece haber cambiado. España sigue oliendo igual. Ahora bien, al gusto del consumidor, para algunos el olor a mierda es toda una delicia.
Instalados en la resignación del todo vale, el tío Pepe sigue procurando abrir su panadería, vender algunos panes y volver a casa con el jornal, su pan de cada día; el suyo y el de sus hijos. Y es que nada cambia, aunque parece que todo cambie. Se dice que los sociatas tienen un nuevo líder, se alardean de haber vuelto a la izquierda... ¡Patanes! Esos nunca podrán volver a la izquierda, porque son los mismos que desposeyeron al PSOE de todo sentido y referencia. Ni partido, ni socialista ni obrero... lo de español está en duda; en ocasiones se las dan de que sí, en ocasiones de que no; todo sea por engañar al populacho y seguir danzando entre mentiras y traiciones que envejecen.
De los otros mejor ni hablo. Liberales que se han convertido en viejas glorias. Liberales a la española, de caciquismo, amiguismo y bigote. De ese del que conmigo nadie pasa hambre, de árboles de sombra limitada... ya no hay sombra donde arrimarse. ¿Qué más queréis? ¿dónde queréis meter las manos? (esto último también vale para los primeros).
Como digo, nada cambia aunque se empeñen en que vivimos en una nueva España. Ahora asoma el fantasma de "Podemos", el que llena de inquietud a la vieja guardia. Como una gigantesca bola de nieve parece que llega para arrasar. Y llegó el miedo, el temor, las malas artes, y el desposeer a la democracia de su sentido más loable, el de la argumentación.
Resulta cuanto menos curioso que el debate de algunos siga ciñéndose al menosprecio, resultando ser una llamada a voz en grito a la ignorancia de un populacho que parece querer que cambien las cosas. No creo estar en condiciones de adelantarme al futuro, ni a hacer pronósticos electorales, ni a soñar (porque no existe el verbo pesadillear) sobre el futuro de nuestro país, pero sí creo disipar claramente una inquietud ciudadana dirigida a una reconceptualización de los términos democráticos. Porque hoy se entiende la democracia como participación, argumentación y confrontación de ideas, otros la entienden como manipulación, desprecio, engaño y mentira.
Pero mientras tanto, nada cambia, aunque parezca que todo cambie.
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