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30 de abril de 2014

El INE confirma el crecimiento de la economía española

La economía española ha credido un 0,4% en el primer trimestre del año. Es la primera vez que esto ocurre desde hace al menos diez trimestres, presentándose datos positivos durante tres meses consecutivos de resultados positivos.
¿Asistimos realmente al fin de la crisis? 
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22 de abril de 2014

Opinión Pública y Medios de Comunicación (II). Opinión Pública y Sujetos Políticos.

Antes de comenzar a esgrimir los parámetros o movimientos de la opinión pública y su determinación y posible control por parte de los agentes políticos hemos, necesariamente, referirnos a una contextualización espacio-temporal que nos ayude a entender la realidad en la que vivimos y en la que se origina la opinión pública.


En una actualidad marcada por una “crisis del Estado”, tradicionalmente considerado como centro del poder, éste es desafiado por una realidad global conducida, en apariencia irremediablemente, a un proceso agresivo de globalización. Este proceso limita la soberanía de los estados y, en consecuencia, la toma de decisiones. Por otra parte, la realidad de un mercado global, de expansión y de rupturas de fronteras provoca la pérdida de capacidad de intervención, siendo éstos los primeros pasos a una “crisis” de legitimidad política que debilita su influencia sobre los ciudadanos. En este sentido, podríamos apuntar a la aparición de un nuevo concepto de ciudadano, definido en el individualismo y en donde la identidad deja de ser fruto de la tradición, la etnia, la religión, sino más bien está ligado con el “consumo”, un consumo de mercado, amaneciendo un nuevo patrón de sociabilidad que se estructura en redes y se fundamenta en el individualismo “colectivizado”.

COMUNICACIÓN, PODER Y CONTRA-PODER

Partiremos de la hipótesis de que los medios de comunicación ejercen una influencia notable en la opinión pública. Para autores como Manuel Castells, la comunicación y la información constituyen fuentes fundamentales de poder y contra poder, de dominación y de cambio social. En este contexto aparece la “batalla por la opinión pública”, el control sobre lo que el ciudadano piensa, puesto que los pensamientos son los que constituirán las normas y los valores sobre los que se cimientan el orden social.

Atendamos en este sentido a un proceso explícito de la profesionalización de la política, en la emancipación de la élite, en donde el político se ha desligado de su origen o pertenencia a la Sociedad Civil. Por otro lado, nos encontramos con una Sociedad Civil, que integra la mayoría, y se somete al gobierno de las clases dirigentes y de sus juegos económicos. ¿Cuál es el criterio o el elemento que los conecta? En principio podremos destacar dos elementos fundamentales, la comunicación y el Poder, pudiéndose entender como conceptos análogos si entendemos la comunicación como el manejo de la información y el poder como conocimiento.

El sistema político funciona en la y desde la representación y vertebración de los medios de comunicación, a fin de la obtención de apoyos o la evasión de hostilidades por parte de los ciudadanos, puesto que éstos se convierten en meros espectadores y en consumidores del mercado político. Esto no significaría que el poder real se encuentre en manos de los medios de comunicación, sino más bien en las manos de quien los poseen, ejerciendo una influencia sobre la opinión pública de manera innegable.

Como elemento de apreciación y de interés analítico, sería interesante mencionar el incremento y aparición de medios de comunicación que ofrecen un tipo de periodismo ideológico, de carácter militante, ofreciendo un sesgo de la información con marcados componentes ideológicos, acercándose más a la propaganda que a la información. 

GRUPOS SOCIALES Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN

En los individuos, o ciudadanos, la percepción de la realizad es dada por los medios cuyo rol principal es el del ofrecimiento la  de la información. Los medios de comunicación son, por tanto, los responsables de transformar esta información en una realidad social visible, que en periodos anteriores de la historia se caracterizaba por su invisibilidad. La realidad que permite a los medios de comunicación el tener influencia es debida a que estos definen la realidad social y poseen la capacidad de provocar reacciones y sentimientos en el espectador. En este sentido la manipulación de la información puede provocar pautas de comportamiento e incluso suprimirlas. 

Un hecho innegable es que la sociedad contemporánea está permanentemente conectada a los medios, ya sean estos audiovisuales, de prensa escrita o por Internet, considerado hoy en día “el gran medio” de comunicación y de interconexión social. Es por tanto que los medios no pueden ser concebidos como un ser apartado del arraigo cultural y de otras instituciones sociales.

De este modo, atendemos al concepto de mediatización en el que la sociedad se sumerge, recibiendo el poder de la influencia de los medios en puntos clave como la política, la cultura, el consumo, etc., todo ello constituido en la evolución del comportamiento de la sociedad moderna. Parece evidente que somos espectadores de una mediatización comportada por medios de comunicación ligados, explícitamente a medios económicos que, a su vez, controlan el Poder Político. Esto constituye una paradoja en la que los fines se confunden con los medios y viceversa, una paradoja en la que los medios de información se enfrentan a un claro replanteamiento en pos de su determinación y objeto, una paradoja en donde, en ocasiones, los términos se confunden y pierden su valor semántico.

Es por ello que los medios de comunicación se establecen como actores político-sociales, emisores de información, en teoría, plural e independiente. Este papel fundamental de transmisor de información se motiva en la creación de opinión y, no obstante de actuación, además de la transmisión de valores, en este sentido, de carácter político. Se podría interpretar estas transmisiones como influyentes en tanto en cuanto comportan modelos de control social, presuponiendo, no obstante, intencionalidad por parte de los agentes políticos, fundamentalmente en periodos de agitación política como pudieran ser durante las campañas electorales, en donde grupos políticos y partidos transmiten de forma directa e indirecta información y propaganda.

Por otra parte, hemos de atender a la capacidad de actuación de la masa social, no debiendo entender a ésta como un ser pasivo. La sociedad no se constituye como ser inerte y sin conciencia, sino que interactúa y se comporta según sus propios criterios y dinámicas, no es un mero ente amorfo, homogéneo e indiferente que obedece ciegamente al esquema del “estímulo-respuesta” sino que posee su propia conciencia social y es capaz de actuar e interactuar bajo sus propios criterios y organizaciones propias. Esto se ve reflejado en la incidencia de organizaciones sociales con sus debidas actuaciones que asumen objetos de actuación directa y de inter-actuación con entes como la clase política, a pesar del control de la información, presupuesto en nuestro planteamiento, por parte de esta misma.

Evidente resulta la ruptura del equilibrio antes expuesta, ya que la “masa social” da pasos hacia el control de la información y la generación de la misma. La aparición en las últimas décadas de nuevos medios, fruto de la evolución tecnológica de las comunicaciones, ha supuesto la puesta en marcha de un nuevo sistema de valores políticos que van conducidos al descontrol de la información y a la generación de la misma desde niveles inferiores.  La aparición de las redes sociales conlleva consigo la información online, en directo, sin intermediarios, evitando, quizá en exceso, el sesgo por el que la información es dada en los medios de comunicación clásicos. 
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21 de abril de 2014

A vueltas con la Constitución del 78




Cuando a un politólogo le proponen hablar sobre temas constitucionales le produce una enorme satisfacción, ya que la Constitución, como norma suprema del Estado, es la base de toda la teoría política del Estado, e impregna todos y cada uno de los ámbitos políticos y de la administración.

Reflexionando en torno al hecho constitucional español, en mi breve artículo, voy a intentar:
  1. tratar de esbozar la gran aportación que la Constitución española ha hecho a mi generación
  2. el peligro que puede suponer el no haber vivido el nacimiento de dicha Carta Magna
  3. por último, los retos que se plantean en la coyuntura política actual y venidera
He de comenzar afirmando que la Constitución Española del 78 ha marcado todos y cada uno de nuestros encuentros con la vida pública de nuestra nación: entiéndase vida pública como el sistema político, la administración pública y la sociedad civil y política de nuestro país.

Y es que uno de los grandes avances de dicha Constitución fue el transformar, desde el consenso, tanto las estructuras del Estado como las fuentes de poder, así como transformar una sociedad proveniente de un régimen autoritario en una sociedad democrática legítima. De este modo, nuestra generación ha nacido y ha vivido en un sistema democrático, que ha consolidado un estado de bienestar sin parangón alguno.

Por lo tanto, estamos en condiciones de afirmar que es mucho lo que la Constitución Española del 78 ha aportado a nuestro bienestar actual y al desarrollo y legitimación de nuestra democracia, en cualquiera de los ámbitos en que fijemos nuestra mirada: ya sea educación, sanidad, derechos y libertades, amparo judicial, participación política,…

Sin ir más lejos, este mismo acto que estamos realizando no se podría llevar a cabo sin una carta magna que amparara las libertades de expresión y opinión.

Como decía anteriormente, todos nuestros contactos y encuentros con la vida pública están impregnados por el carácter transformador y renovador de nuestra Constitución.

De este modo, hemos nacido en hospitales públicos y hemos sido atendidos por un sistema de salud público y universal. Hemos formado parte de un sistema educativo público de calidad, siendo escolarizados desde muy pequeños, y con la posibilidad de recibir becas y ayudas para nuestros estudios. Hemos podido defender nuestras ideas de manera libre y pública, tendiendo la posibilidad de acudir a manifestaciones y concentraciones y de formar parte de asociaciones y partidos políticos.

Pero a todo este sistema democrático consolidado, a este sistema de libertades, de derechos, en que hemos nacido, en el que vivimos y que nuestra Constitución ha propiciado, y que tanto esfuerzo y sacrificio costó a generaciones anteriores a la nuestra, le puede sobrevenir un peligro.

Peligro que procede del hecho de que a nosotros “nos lo han dado ya hecho”, nos lo hemos encontrado en marcha; se trata de un peligro producto de no haber luchado por esta Constitución y este sistema democrático en sus inicios; y consiste en que no los sepamos valorar como se debe, que no comprendamos el significado y valor que adquiere para el bienestar y sano funcionamiento de nuestra sociedad democrática, y no seamos capaces de defenderla como se debe.

Por eso, nosotros, los jóvenes (y no tan jóvenes) hemos de luchar firmemente y sin complejos por nuestra Constitución, por su plena vigencia, hemos de defenderla de todas las agresiones que contra ella se producen: las cuales provienen tanto de agentes políticos y sociales ilegítimos y ajenos a nuestro sistema democrático, como de partidos y agentes legítimos e incluso aquellos que ostentan responsabilidades políticas de gobierno.

Así, p.e., ataques a nuestra Constitución las hemos podido encontrar a lo largo de estos años de democracia, si bien más acuciados en la última década reformas de Estatutos de Autonomía (Cataluña, Andalucía, Castilla La Mancha,…) o en los órdagos separatistas desde los “gobiernos constitucionales” de las Comunidades Autónomas del País Vasco y de Cataluña, donde vemos cómo se quiere romper con la unidad de la nación consagrada en nuestra Constitución; o disposiciones normativas y actuaciones de diversas esferas de poder que quieren acabar con el principio de solidaridad entre las regiones; o cuando se quiere acabar con la unidad del poder judicial, pretendiendo crear 17 poderes judiciales.

Otras injerencias contra la Constitución las hemos encontrado estos años en actuaciones del Gobierno de España, cuando, p.e., se creó (y mantuvo) una asignatura como es Educación para la Ciudadanía, vulnerando el derecho de los padres a escoger la libertad religiosa y moral de sus hijos. Y qué decir de diversas políticas lingüísticas de algunos gobiernos de comunidades autónomas, como es el caso de las políticas lingüísticas llevadas a cabo por la Generalitat de Catalunya y por el “pancatalanizado” Govern de les Illes Balears.

Actualmente, la Constitución Española se enfrenta a una serie de retos que pasan por la idea de una reforma parcial de alguno de sus artículos, como los de la sucesión al trono o la reforma del senado; aunque no faltan los que propugnan una revisión total de la misma. Aunque si seguimos por el camino iniciado por los gobiernos socialistas de Rodríguez Zapatero, asistiremos a una reforma encubierta de la Constitución vía reforma de los estatutos (al ser estos parte del bloque constitucional).

Si bien, no hemos de tener miedo, porque sí es cierto que se deberían acometer ciertas reformas de la misma:
  • Cerrar las competencias que las comunidades autónomas pueden asumir: lista cerrada de competencias de los arts. 148 y 149; cerrar el “grifo” de asunción de competencias en que se ha convertido el art. 149.3 y el 150 (leyes marco, de transferencia o delegación y armonización).
  • Reforma del Senado; para que o bien desaparezca o bien de convierta de verdad en una cámara de representación territorial.
  • Sucesión a la corona (art. 57).
  • Eliminación de la DT 4ª (Navarra), y romper así con la siempre socorrida amenaza del separatismo vasco hacia la Comunidad Foral.
Por último, me gustaría hacer una pequeña referencia a las enseñanzas que los principios inspiradores de esta Constitución y sus principales características, nos pueden servir de ayuda a los jóvenes:
  • Consenso: el método de adopción de decisiones característico de esta Constitución. Hemos de caracterizarnos por buscar siempre que sea posible el consenso, no hemos de ser inamovibles en todo; hemos de aprender a contrastar, a ceder cuando sea necesario y esté por delante algún interés legítimo.
  • Abierta o pluralista: es un texto que nace del acuerdo de todas las fuerzas políticas y por tanto no contiene principios ideológicos de una sola dirección, permitiendo hacerla válida en todo momento. Todas las fuerzas políticas encuentran reflejo en el texto. Hemos de ser abiertos, críticos, reflexivos y tener siempre en cuenta todos los puntos de vista; hemos de renovar, transformar.
  • Garantista: dotada de abundancia de mecanismos de garantía de los derechos fundamentales que en ella se recogen. El respeto y el velar por nuestros derechos y libertades ha de ser una de nuestras metas.
  • Rígida, tiene que seguir un procedimiento agravado de reforma. Hemos de tener claros nuestros principios, hemos de ser firmes en su defensa, no dejarnos llevar por ningún tipo de interés, no ser veletas que se muevan al son del viento. Hemos de tener asentados nuestros principios básicos y más esenciales sobre roca y convertirlos en inamovibles.


Manuel Martínez Sirvent

Polítólogo
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2 de abril de 2014

Llámeme apátrida...

Llámeme apátrida. Hace unos días el director general de la Policía declaraba que en nuestra amada España "no se va a tolerar ninguna expresión de violencia en las calles y que actuará con toda la firmeza que permite el Estado de derecho para hacer frente a cualquier grupo extremista o radical que pretenda perturbar la paz social". Evidentemente, el señor Cosidó no se referíría a la violencia letal ejercida por el Estado que está perturbando el concepto del momento, el de la democracia, sino a aquella violencia ejercida por cuatro peleles que perturban la notable paz social en la que vive nuestro país. Es curioso, al menos, ver en qué manera los conceptos se transforman dependiendo siempre del dónde se desarrollen los acontecimientos. Así pues, la violencia en Ucrania o en Venezuela han sido ensalzadas como movimientos de rebelión "legítima" y ciudadana. En cambio, no es de recibo que todo esto ocurra en nuestras calles ya que la nuestra es una democracia totalmente asentada, digna de admiración, tan sagrada y perfecta, reflejo de la expresión de la soberanía nacional. No importa que nuestras libertades políticas se vean amenazadas en la voluntad de algunos, que como pájaros de mal agüero, pretenden mermar. No importa que quieran amordazar de facto la posibilidad de despertar de esta debacle, no solamente económica, sino moral y política, en donde el ciudadano ha dejado de serlo y se ha convertido en víctima, en producto del mercado, en consumidor, en cerdo que come la mierda que le echan... y si es barata mejor.
Llámeme apátrida, pero parece que gran parte de nuestra sociedad civil vive atrapada en el miedo, cegada, con la mirada clavada en suelo, dejándose llevar por cuatro lobos como si fuéramos borregos y nos llevaran al matadero. Una sociedad que por defecto rechaza la violencia como expresión de la indignación, que vive en el sueño de que con palabritas y ñoñerías puede cambiar algo. No me malinterprete, esto no es un canto a la violencia, sino a la reflexión. ¿Por qué creemos que con manifestaciones jocosas, festivas, al ritmo de tambor de batucada pueden cambiar las cosas en nuestro país? ¿Acaso la experiencia no evidencia que este juego no funciona? En cambio nuestros poderes públicos pretenden delimitar nuestro deber ciudadano, el de la defensa de nuestros intereses, libertades y derechos. Pretende amedrentar nuestra voluntad colectiva, a que no nos salgamos de la hoja de ruta, a que quién lleva el cayado no decida tan sólo sobre la gobernanza del Estado, el destino del mismo, sino que además decida sobre nuestras vidas, sobre nuestra individualidad, violando un contrato social establecido por todos.
Llámeme apátrida, pero no llego a comprender hacia dónde nos dirigimos. Los cuervos que manejan el corral en el que vivimos ya nos han comido hasta los ojos. Suben nuestros impuestos, recortan nuestros servicios sociales y siguen viviendo a cuerpo de rey. Se hacen llamar liberales y proclaman a levante y poniente los valores del capitalismo. Hablan de competencia, de competitividad, de libre mercado, pero siguen repartiendo el pastel entre los suyos, pasándose por el forro de los cojones todo en lo que supuestamente dicen creer. ¿Capitalismo? Un "capitalismo de amiguetes" es lo que existe en nuestro país -como diría el periodista Inda- un país de políticos corruptos que gobiernan a borregos o, más bien, nos devoran. Eso sí, hay que reconocerles algo, son grandes ilusionistas... nos hipnotizan -siempre lo consiguen- cautivar al ciudadano que se deja engañar por tan carismática clase política.
Llámeme apátrida, pero es que nos vuelven a contar el cuento de que las cosas van mejor, que salimos del ocaso, del crepúsculo, del hoyo en donde ellos mismos nos metieron, y sólo puedo pensar en el precio que nosotros y nuestros hijos tendremos que pagar; que nuevamente tendremos que poner el culo y pagar la vaselina; o que sencillamente vuelva a ser un espejismo tipo "brotes verdes"... 
Llámeme apátrida, pero no puedo creer en una España que no pertenece a los españoles. Una España que amo pero que no reconozco, que vive gobernada por tiranos, por mentirosos, por magos de las palabras, que no tienen vergüenza, tenientes de la mentira, que bailan la peonza de la indiscreción, que nunca darán cuentas. Y es que nuestro Estado, como edificio viejo, se cae a pedazos.

Y es que, en fin, no me llame apátrida sino "apatriota" porque como dijera el gran Ortega y Gasset "la patria es lo que por las noches pensamos que tenemos que hacer el día siguiente" y al fin y al cabo el futuro siempre dependerá de nosotros.







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