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24 de marzo de 2014

A Comedy to Damn Us All: The Hypocrisies of the Crimean Debate

If you read CNN or BBC, you might be worried about those damned old Russians invading the Crimean peninsula. Or, you might “know” about how the Crimean’s were forced to vote for that joke of a referendum which got a 97% vote for joining the Russian Federation.
“Impossible!” you might say, “Who would ever want to be a part of the new Russian Empire, it must be false!”
However, what you won’t see on Western media are the crowds of hundreds of thousands of people in the Crimea shooting fire crackers, singing the Russian national anthem, waving Russian flags, and crying with joy due to their return to their homeland. Never mind the fact that the Crimean’s are deathly afraid of the Kiev government after the recent banning of the Russian language in the Ukraine. Never mind the fact that the absolute fascists in Kiev are the ones controlling the play at the moment.
Disagree with this analysis? Think the U.S.A. and Germany would never back a far right government? There are plenty of examples. One such example is a man named Ihor Yosypovych Tenyukh. He holds the cabinet position of minister of defense. Also he was and still is a member of the far-right Svoboda party. This is a party that was behind the racism during the past Euro cup matches and caused western governments to boycott the games in Ukraine.
So the German government completely bans and criminalizes far right nationalists in their country, but endorses, funds and defends far-right nationalists in Ukraine. I think we know the definition of hypocrisy, and I think we can thank Germany for such a great display of this concept. However, they are not the only government with a joke of a policy.
The Ukraine has deep and somewhat bitter divisions between the Russian speaking east, the Ukrainian speaking west and the Crimean peninsula. Yet, when Ukraine shows its scary side, the U.S. decides in this one case of human history that this is not “legal”. The U.S., along with almost all of central and western Europe supported the break-up of the former Yugoslavia, the Arab spring, and past African secessions, i.e. north and south Sudan. So why should the country of Ukraine be the one exception to all of the countries being split by revolution?
Well, balkanization of Ukraine simply wouldn’t fit the narrative of a country despotically controlled by outside forces (the Russian Federation). As it looks now, the Crimea has already become part of Russia, and the population centers in eastern Ukraine are up-in-arms, many demanding the same right to self-determination exercised by the Crimean peninsula. Furthermore, many of these people are demanding to become part of Russia once again. But of course, the Western media has made it very clear of there position, Russia is meant to become weaker by the coup-de-ta, not strengthened. We will simply have to wait and see what the U.S. government has in-store for act three of this drama.
Although hypocrisy abounds in this scene of geopolitical theatre, there could be massive consequence for the likes of the simple people. Thankfully the media has been reporting extensively on the fact that the “Putch” government in Kiev is actively militarizing its eastern border with Russia. Also, we all know of the American F-16’s sent to Poland recently. So, again, the West accuses the Russians of threatening military force, but they are actively working to prepare for a military conflict. All it will take is one fanatical Svoboda party member to fire one shot over the border to send us into a conflict, the likes of which have not been seen for over 70 years.
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23 de marzo de 2014

Suárez, descanse en paz

Se fue quien pensaba que la democracia era la única alternativa, el Político que supo entender la política, el trabajador compulsivo que diseñó el cambio, el gran líder de los inicios de nuestra actual democracia, el ilusionista que hizo creer a este país que la libertad y la paz eran posible, el hombre que se batió con la soledad... España, se nos fue Adolfo Suárez. Descanse en paz.


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20 de marzo de 2014

Opinión Pública y Medios de Comunicación (I). Una aproximación conceptual.

imagen extraida de: www.whale.to
“Por espacio público entendemos un ámbito de nuestra vida social en el que se puede construir algo así como la opinión pública. La entrada está fundamentalmente abierta a todos los ciudadanos. En cada conversación en la que los individuos privados se reúnen como público se constituye una porción de espacio público (…) Los ciudadanos que se comportan como público, cuando se reúnen y conciertan libremente, sin presiones y con la garantía de poder manifestar y publicar libremente su opinión, sobre las oportunidades de actuar según intereses generales. En los casos de un público amplio, esta comunicación requiere medios precisos de transferencia e influencia: periódicos y revistas, radio y televisión son hoy tales medios del espacio público. Hablamos de espacio público político distinguiéndolo del literario cuando las discusiones públicas tienen que ver con los objetos que dependen de la praxis del Estado. El poder del Estado es también el contratante del espacio público político, pero no su parte. Ciertamente, rige como poder “público”, pero ante todo necesita el atributo de la publicidad para su tarea, lo público, es decir, cuidar del bien general de todos los sujetos de derecho. Precisamente, cuando el ejercicio del dominio político se subordina efectivamente a la demanda pública democrática, logra el espacio de lo público político una influencia institucional en el gobierno por la vía del cuerpo legislativo. El título “opinión pública” tiene que ver con tareas de crítica y de control, que el público de los ciudadanos de un estado ejercen de manera informal, y también de manera formal en las elecciones periódicas, frente al dominio estatalmente organizado”. (HABERMAS, 1973).

La definición de Habermas de opinión pública pasa, como queda manifiesto, por una diferenciación conceptual, distinguiéndose la opinión pública como elemento aparecido en el espacio público en dos vertientes. Por una parte la opinión pública como simple manifestación de la voluntad, del instinto social e incluso de las necesidades. En este sentido “todo” puede ser objeto de opinión pública, pues ésta se manifiesta, en cierto sentido, como conciencia social, como expresión en un espacio determinado en lo que, en palabras de Habermas, llamamos “espacio público”. Por otra parte, se hace latente la definición de “opinión pública de lo político”. Ésta será la definición de opinión pública a la que nos atendremos, puesto que es la que se referirá a aquellas discusiones insertas en la conciencia social que tienen que ver con la praxis del Estado y, en consecuencia, con las actuaciones del poder Político que domina las estructuras estatales. La praxis del Estado, tal y como la concibe Habermas, es objeto de la opinión pública pero nuestra reflexión quiere ir más allá.
¿Es posible el dominio de la opinión pública? ¿Cuáles han de ser los criterios de independencia de los medios de comunicación? ¿Quién mueve los hilos de los medios de comunicación de masas? Evidentemente, el concepto de Democracia, aún latente en nuestras sociedades, se establece desde los principios de libertad de información, prensa libre, pero en ocasiones los hechos manifiestan situaciones contrarias a los mismos, más aún cuando entramos en la valoración de medios de comunicación de carácter público, financiados con dinero público y en donde la incidencia de decisiones políticas son más propias de la propaganda partidista que de la información libre y plural.
En resumen, la opinión pública es el resultado de la conciencia social sobre la aplicación, manejo y conducción por parte de la clase política del aparato estatal. El estado en sí es una estructura manejada por la clase política, haciendo hincapié en que la opinión pública sobre lo político ha de referirse al manejo del mismo, puesto que el estado carece de conciencia y de opinión. Esta conciencia y opinión de la que carece es otorgada por “el político” de turno que ejerce el control del mismo con los parámetros dotados por el régimen democrático.
En el fondo de la cuestión, el problema radica en la concepción de lo privado y lo público. Los medios de comunicación de masas, por regla general, obviando las particularidades de los medios de comunicación públicos necesarios también en aspectos concretos, son propiedades privadas que ejercen el derecho de información, sesgada a conciencia por la propiedad del medio. Pero éste no es el tema a discutir.
Volviendo al concepto de definición pública y resumiendo desde un aspecto psicológico del concepto, éste se entiende como la suma de las opiniones y actitudes individuales. En este sentido las opiniones serán el reflejo del pensamiento de los individuos, conformando un fenómeno colectivo que puede manifestarse de diversas maneras. Podríamos valorar como manifestaciones de la opinión pública, en el ámbito de lo político, las comunes, en tiempos menos convulsos y en los que no existe una desconexión de la Sociedad Civil con la clase política, en la manifestación de la opinión, ejercicio de la libertad de expresión, etc. Por otra parte en tiempos convulsos, de desconexión de sujetos, podremos encontrar manifestaciones de la opinión pública de diversos y variados modos, en la protesta, las huelgas, los paros sectoriales, las manifestaciones y, en circunstancias más adversas y crispadas, en alborotos y rebelión ciudadana.
Por otra parte, se ha de matizar que la ruptura del equilibrio de poder y la consideración de “opinión pública” como objeto puramente legitimador del poder no está exenta de peligros. En ocasiones la opinión pública ha sido entendida desde un punto de vista negativo enfrentado al concepto de “verdad”. El peligro en nuestros días pasa, en palabras de Ortega y Gasset, en que la masa corrompa el sentido de lo real y la verdad por “lo relativo de la verdad” y la mediocridad. Aún así, la opinión pública se define como un bien público e inevitable, natural y propio de sociedades democráticas puesto que, en definitiva, no podríamos entender la democracia sin ella. 
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18 de marzo de 2014

Los partidos políticos. Robert Michels.

¿En qué consiste verdaderamente la Democracia? ¿Qué es el poder? ¿Quiénes se constituyen como sujetos en la estructuración organizativa de las sociedades? La organización es lo que da origen a la dominación de los elegidos sobre los electores. Nuestra sociedad occidental se ve condicionada por una nueva manera de ejecución del poder que, emanado del pueblo, se define como democrática. El juego democrático, en esencia, constituye o, más bien, va ligado al concepto participación, pero ¿a partir de qué se ve sometida esa participación? La sociedad se ve sometida a su propia condición esencial, la socialidad en el marco de la interrelación de los individuos, la política pura y abstracta que se manifiesta en la circunstancialidad en la que ésta se desenvuelve. Los peligros mecen al compás de lo que el sentimiento de la masa revela en los datos. El descontento, la irritación, el desinterés, la falta de involucración, la no aparente participación voluntaria y los avatares del sistema conforman tendencias que desvirtúan la esencia del sentir democrático.
Robert Michels presenta una crítica a los sistemas democráticos. Ya, en primera instancia, en el subtítulo de  su obra, arranca el cimiento que parte como fundamento de sus tesis, es decir, “un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna”. Pero, ¿en qué consiste verdaderamente la democracia? ¿Sobre que se funda y se enraíza? Etimológicamente definiremos democracia como "poder" (krátos) del "pueblo" (démos). Los griegos, de cuya lengua derivó el vocablo, la distinguían de otras formas de gobierno: aquella en la que el poder pertenece a uno solo, "monarquía" en sentido positivo, "tiranía" en sentido negativo, y aquella en la que el poder pertenece a pocos, "aristocracia" en sentido positivo, "oligarquía" en sentido negativo.
Hoy entendemos por democracia la forma de gobierno en la que el pueblo es soberano. "La soberanía pertenece al pueblo". Interpretando a Michels distinguiremos tres rasgos estructurales de la sociedad, es decir, el pueblo, con aparente carácter soberano, el Estado, como escenario de un juego que denominamos político, y la clase dominante como ejercicio fáctico, empírico y de hecho que ejerce la voluntad soberana. Esta última está compuesta por las élites políticas que conforman los Partidos Políticos. Volviendo a la esta estructuración de la realidad del conjunto de lo social encontramos una definición práctica del juego democrático que estima que la democracia se constituye a partir de la voluntad de la mayoría, y en este sentido entendemos mayoría como el ejercicio de la voluntad del mayor conjunto de las voluntades individuales conducidas a las decisiones que afectan a lo colectivo, es decir, a la sociedad.
En este sentido podríamos exponer que es el pueblo que atendiendo a las voluntades particulares conforman una razón de ser y una voluntad, no ya de carácter cualitativo sino más bien de carácter cuantitativo, quien indirectamente hace ejercicio del poder a través de una clase emergida de la propia masa denominada Partidos Políticos en el contexto y escenario político que conforma el Estado.
Es lógico concebir que el juego político de la democracia conforma una serie de rasgos comunes y que en definición no es más que un juego decidido por la masa y que comporta el ejercicio de las voluntades fundamentadas en el principio de la mayoría. De este modo la democracia no es más que la organización de la voluntad colectiva. Pero, ¿puede ser la voluntad representada?, ¿acaso le importa a la masa la organización de su propia voluntad? ¿es plenamente participante la masa en el ejercicio de su poder? He aquí en donde entra en juego los razonamientos de Michels y de donde se postulan las tendencias oligárquicas hacia donde van dirigidas los ejercicios democráticos.
Pero este juego acaece en el escepticismo puro cuando nos adentramos en el desarrollo elitista de los partidos políticos, es decir, cuando una élite determinada se implanta en el sistema asumiendo el control político y estableciéndose, no como expresión de la realidad y del determinismo social concreto, sino como auténtica manipulación de la voluntad “de la masa”. Este elitismo, por supuesto, se entraña en la constitución interna de los partidos. Este fenómeno, tan aparentemente trágico, susceptible del abandono esencial de la naturaleza del ejercicio democrático es consecuencia fáctica de otro fenómeno de carácter aún más vergonzoso y humillante, y es que, ¿en verdad la involucración de la masa en los asuntos políticos, en lo que se denomina la vida pública, afecta a la masa? La involucración de la masa en los asuntos de carácter político es cuasi opaca e indiferente. Esa indiferencia de la organización se establece como caldo de cultivo reduciendo el ámbito de lo político a una concreción estipulada en un ámbito social reducido, en donde se fragua una “ardua lucha por el dominio”.
Un aspecto interesante, y digno de admiración aparece en la  concreción y análisis histórico. La sociedad, estableciéndose en un determinismo espacio-temporal concreto, emerge como realidad social dinámica. Este dinamismo emprendió un arduo viaje desde las sociedades más primitivas a la constitución de las sociedades modernas emergiendo sociedades análogas. Si antes se constituían sociedades estamentales ahora emergen sociedades de clases y de estratos que definen el fenómeno de lo social desde la concreción de una etapa histórica concreta. La definición de una sociedad concreta ha de establecerse siempre desde su condición histórica, de este modo emerge el análisis fáctico del hecho social, y en consecuencia, su correspondiente especulación desde las ciencias sociales. Todo fenómeno ha de ser considerado como consecuencia lógica de la evolución histórica.
La visión de Michels emerge potentemente hacia la definición de la sociedad como un conglomerado de la esencia de la masa en donde los individuos forman parte de un juego político en el que tal vez o no están preparados para jugar o, más bien, no pretenden formar parte de éste de forma directa, involucratoria.
En este sentido, el juego de lo político será monopolizado por las fuerzas políticas, constituyéndose éstas como fuerzas que emprenden la ejecución del poder bajo la aparente legitimidad otorgada por la masa. Dentro de estos sub-conjuntos que conforman cada uno de los Partidos Políticos se desarrolla un juego constitutivo no ausente de particularidad, y que no por ello comporta una ausencia de visión en los planteamientos de Michels. La carrera que se emprende hacia el liderato del grupo conformado en el Partido Político comporta un hecho digno de análisis para la consecuente demostración empírica de la tendencia a la oligarquía en el juego democrático. Si en un ámbito reducido, en gran medida, se da una tendencia elitista llevada a cabo por sectores determinados, por tendencias arduas de dirección, cuanto más en un sistema, un juego de lo político destinado al dominio de la masa despreocupada, plena de una indiferencia tajante a la organización. En este sentido, de manera análoga podemos entender a los partidos como sociedades de ejercicio del juego democrático. La lucha por el liderato se establece al igual que la lucha por el poder emprendida por los distintos Partidos Políticos.
¿Quiénes definen la voluntad de los partidos políticos? ¿Quiénes conforman los grupos que ansían la posesión del poder en el convencimiento de la masa? ¿Quiénes tratan de convencer, de dirigir a la masa? ¿De qué se componen? El análisis de Michels nos acerca al entendimiento de tan apasionante hecho.

La democracia, en definitiva, es un juego en el que hay que participar y en donde el individuo elige de qué manera quiere hacerlo, determinando, en gran medida, la evolución histórica de los pueblos. El gran Ortega espetó: "cuidado de la Democracia, como norma política parece cosa buena; pero de la democracia del pensamiento y del gesto, la democracia del corazón y de la costumbre es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad". 
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Reflexión: de indultos y corruptos

¿Es posible que la actualidad política, económica y social de esta España de chiste ya no pueda ni sorprender ni impresionar a nadie? En la almajara, en la que se ha convertido nuestra hermosa "piel de toro", la corrupción, la crispación, la "democracia" cogida con pinzas, los vaivenes de una clase política justita de entendederas y carente de carisma, quizá también de ímpetu, son la mierda que abonan lo que hoy somos, una nación sin horizonte seguro y presa de la pérdida de no saber dónde se va, ni de dónde se viene. La voluntad, de hecho, parece haberse convertido en un valor en desuso, en algo infravalorado, protagonista por su ausencia. 
Entre las muchas mierdas que impregnan la actualidad de nuestro país, esta semana me ha llamado portentosamente la atención el debate que se ha gestado, quizá no en la medida en la que debiera, sobre los indultos a políticos corruptos. Hace tan sólo cinco días, el periódico El País publicaba unas declaraciones del ministro Gallardón en las que se manifestaba, quizá en tono jocoso, lo siguiente: "Mientras sea ministro no concederé indultos por corrupción". No entraré a valorar, ni a comprobar si esto es real, para ello ya están los medios de comunicación. Lo que sí me parece digno de reflexión es el concepto indulto. En diferentes medios, repleto de personajillos que inundan nuestras pantallas de basura propagandística, se ha definido el indulto como una figura o herramienta válida e inserta en nuestro ordenamiento jurídico. Por sí mismo, el indulto se define como "gracia que excepcionalmente concede el jefe del Estado, por la cual perdona total o parcialmente una pena o la conmuta por otra más benigna". Queda recogida su figura en el artículo 62 de nuestra constitución de 1978, y es desarrollada por una ley del año 1870 aún vigente denominada: "Reglas para el ejercicio de la Gracia de Indulto".
Quizá lo conflictivo en el tema del indulto sea la percepción social de una herramienta de nuestro ordenamiento jurídico que es claramente discrecional, o al menos lo parece, y que es un recurso de los grandes peces gordos que se reparten el bacalao y que a su antojo se pasan la justicia por el forro de los cojones; en palabras de Joaquim Bosch, "el poder se perdona a sí mismo". Existe, por tanto, una percepción generalizada de una corrupción institucional, ya casi constitucional, en todos su ámbitos y en nuestro Estado social y de derecho ya no cree ni la madre que lo parió. Es por tanto evidente y lógico que la corrupción, junto al paro, estén a la cabeza de los problemas de los españoles. Y es que señores y señoras, España está corrompida.




Y es que la corrupción danza a su antojo por las esquinas de nuestras calles, sin nadie que la pueda vapulear. La corrupción se respira y se acepta con resignación, y es que en el fondo todos seríamos corruptos si pudiéramos, porque la decencia es un término efímero, pasajero, de apariencia. Quizá la crisis haya servido para que caigan las máscaras... mi pregunta es: ¿podremos remar hacia un horizonte seguro, llegar a buen puerto con este peso?







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8 de marzo de 2014

Tic tac...



Es sabido por todos que el reloj hace tic tac, tic tac... Es un ticteo constante, monótono, abandonado, a la espera; es un ticteo espectador de los hechos que acompañan a la realidad, es observador de levantamientos, declives, momentos cotidianos, individuales y comunes, y él no cambiará su ritmo, porque como es sabido, su latir es constante, único, espeso y carece de sentir.
Como es sabido, su tic tac es un poema a la impotencia de quien lo escucha, acompaña los insomnios de muchos, pasa desapercibido en las alegrías de otros.
Vivimos tiempos extraños, el tiempo parece pasar y nada parece cambiar. El desempleo, la crisis, la corrupción politica, los movimientos secesionistas, la inmigración irregular, el "declive" de la corona, la desafección generalizada, etc. podrían adjectivar cualquier explicación posible de nuestra sociedad moderna. Éstos son conceptos que han arraigado profundamente en la sociedad de nuestros días. Una sociedad la nuestra que ha perdido un punto de referencia hacia el futuro y que parece abandonar cualquier posibilidad de avanzar.
"Divide et impera" parece ser que exclamó Julio Cesar y en principio esas parecen ser las pautas a seguir de los poderes políticos y económicos de nuestro tiempo. Se hace experto en un ultra individualismo que ha sido capaz de erradicar las conciencias de clase, de enmudecer a un ritmo cuasi alarmante una consciencia social que parece ya no existir, o al menos duerme. Resulta cuanto menos curioso que la desafección por una realidad dirigida hacia el desconcierto haya sabido acabar con una consciencia social que, aún observando que se dirige hacia la deriva, no se inmuta, permanece pasiva, como mera expectadora del caos. 
La enfermedad social de nuestros tiempos se ha extendido en la ausencia de los modelos clásicos de activismo político y social, la crisis de la identidad social y de una lucha que en ocasiones pierde su esencia convirtiéndose en jolgorios y desfiles sin saber muy bien por qué. Ya está bien de gritos mudos, de danzarines que tocan tambores al ritmo de "batucada"... ¿quién dijo que la revolución puede y debe ser pacífica? ¿quién dijo que se puede gritar en el silencio?
Mañana nuestro gobierno legislará para regular nuestro derecho a la voz, al grito de carne y hueso. Se excusará en una protección de "un derecho" que no existe, el de permanecer en silencio. Percibirá nuestro sentir, pero no cambiará su decisión y seguirá una hoja de ruta ya marcada; pero el tiempo sigue, y el reloj sigue ticteando... y nosotros seguiremos sin saber que somos dueños de nuestro destino.


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2 de marzo de 2014

A World of Tyrants and the Lessons the Ukrainian People can Teach us

The month of February has showcased a host of protests by people as far and wide as Venezuela, Thailand, Greece, Ukraine and more. We saw countless Greek protests in the past, all of which failed to achieve any real change. At times, we couldn’t help asking ourselves, “is this it? Are we witnessing a chain reaction of change with which our generation could have never imagined?” No, we didn’t witness that change. Why did these protests fail to ignite changes sought by their followers? This can be answered by one word, “Force”.
All of these protests start and end in the same way. People get frustrated, they take to the streets. The police contain them and the protest gets media time. Then the police disperse them with water cannon, tear gas, rubber bullets and batons. What is achieved? Nothing.
These protests are indicative of the days we live in. Activists want something done, they go to streets and speak their mind, and then they are driven away through the use of violence controlled by the state. But what happens when a large group of citizens stand their ground against the charge of police. This is where the people of Ukraine come in.
The country of Ukraine is a very divided country. West of Kiev, the people are very pro-European Union whereas east and south the people lean towards Russia. The protests were big but most of the days on Maidan square were quite small. This ranged from fifteen to twenty-thousand people on the weekends and two to four thousand on the weekdays. On top of the fifty-fifty divide in the country, it is safe to say that an even smaller percentage wanted to see both the 2004 constitution and a resignation letter from president Yanukovich.
These goals were achieved despite their lack of popularity. If not a resignation letter, the president has lost any power with which to exert over the country. This was done because the states use of force backfired. The protesters wanted something, and the state wanted them to go away. But when the police tried to use violence, they were met with violence. By now the familiar image of police catching fire with Molotov cocktails and being pelted with rocks is as vivid an image as ever. But this wasn’t just a few isolated instances of violence, even when the police tried using armored cars, the protesters forced them back. How? They did this by meeting one person’s use of force with force of their own. Finally the police were pulled back and the president evacuated the city.
What do we have to learn from this? The state is not the only being with the right use violence. Violence is an awful tool. It makes people suffer unwantedly. But the state is willing to use it to maintain its role as a governing force in our lives. We all have a right to do whatever we wish. We can be influenced by others, however nothing can stop you except a simple decision between “Yes” and “No”. What tyrants in history show us is that might makes right in this world. But what Ukraine shows us is that the state can do whatever, whenever it wants and it will back up its words with violence.
The question then becomes, are people willing to defend their ideas with the same methods the state uses to enforce its? Ukraine is in a chaotic phase because what the protesters didn’t lack in fortitude, they lacked in thinking ahead. There will probably be a default the national debt, there could be a civil war and Ukraine could be balkanized in some time. But these protesters achieved something unheard of, a big change. Now other Ukrainians will be tested. Will they be able to defend their ideas in the same manner as the Kiev protesters will enforce theirs? In the end, individual thinkers able to make the “Yes” or “No” decision will determine if and when change comes to their countries.
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1 de marzo de 2014

Bienvenidos a Epílogos de Occidente

Querido lector, como puede observar, hoy empezamos nuestra andadura. El blog que visita es un blog normal. No pretende ser un cúmulo de visitas, ni tampoco un gran blog, tan sólo pretende ser expresión de cómo concebimos el mundo y su loca actualidad. Somos uno más, pero éste es el nuestro. Puede decidir leernos, ojearnos, comentarnos, escribirnos... e incluso contribuir a la creación de este espacio en el gran universo de internet. Si somos de su agrado, le rogamos comparta el contenido de este espacio. Si no lo somos, agradecemos su visita.

¿Qué queremos expresar? ¿Qué podemos aportar? Probablemente nada nuevo, pero me permitiré responder al porqué de este proyecto tomando prestadas estas palabras de Ortega y Gasset:

"El derecho sólo existe como atributo de la persona; dicho de otra manera, no se es persona porque se poseen ciertos derechos que un Estado define, regula y garantiza, sino, al revés, se tienen derechos porque se es previamente persona viva..."




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